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Amanda Saldías sobre la creación poética de Mistral: “La frontera entre el arte y la vida es muy frágil, en el caso de las mujeres” — Entrevista

Por Rocío Valenzuela

Esta semana la Biblioteca Municipal de Concepción tuvo el agrado de recibir a la ilustre Dra. en Literatura Latinoamericana, María Amanda Saldías, quien expuso acerca de la figura de Gabriela Mistral en torno a tres ejes: educación, feminismo y literatura. Esto, a modo de conmemorar los 130 años del natalicio de la poeta.

María Amanda Saldías durante su exposición Conociendo a Gabriela. Fotografía: Siegfried Obrist.

A partir de sus investigaciones, Saldías establece una conexión entre estos tres puntos para mostrar, de esta manera, la amalgama de saberes y experiencias contenidos en la obra, sobre todo poética, de Mistral.

 En la poesía de Mistral se puede identificar un cambio constante en el uso de la voz, ¿en qué momento ella da el salto y deja de “decirse”, de referirse a sí misma en masculino?, ¿es un juego?, ¿qué pretende manifestar con esto?

—Hay muchos poemas en lo que ella usa el sujeto, las formas verbales en neutro. Pero, por ejemplo, en varios de sus textos en prosa o en mucha de su poesía usa la forma en femenino, claro, no referida directamente a un Yo, pero aparecen figuras, como la extranjera, la fugitiva. Hay una cosa retórica de la poesía, se supone que una no debería identificar las voz poética con el yo biográfico. Esa voz es también una creación discursiva que, de alguna forma, interpreta o transmite una visión de ella sobre el mundo, las personas, la literatura. Siempre hay que tener claro que esa voz que habla en los poemas es una creación discursiva, nunca va a ser el yo real, hay una identificación, pero es algo pensado.

Ella saca partido de la posibilidad que da el lenguaje de desdoblarse, de representarse con otras voces.

— ¿Qué posibilidades le da a ella el poder representarse, en este caso, con la voz masculina?

Situarse, de alguna forma, en el discurso de los que tienen el poder, no solo el poder político y económico, sino en el sujeto del discurso. Cuando ella utiliza el femenino es con una clara intención de situarse. Es un gesto consciente. No puedes desligar lo poético de lo político, porque eso lleva al lector a repensar sobre estos temas; sobre la representaciones de las subjetividades, de las identidades, y de por qué siempre son estas mujeres, porque -que yo recuerde- muchos “locos” no figuran en los textos de Mistral. Siempre son “locas”, “extranjeras” o niñas. Son mujeres que no logran comunicarse; hablan un lenguaje que el otro no entiende. Entonces, cuando quiere abordar esas temáticas, esas miradas, utiliza el femenino.

Los sujetos marginales o desadaptados, generalmente, no son hombres, sino mujeres. Son mujeres extranjeras de lo establecido.

—Quizás Mistral nunca se declaró  feminista, pero el hecho de reconocerse como extranjera (en su propio cuerpo) ya dice bastante. 

— Claro; es una extranjera de todo lo establecido, porque siente que no calza. Se da esa sensación de que esas mujeres no encajan. Algunas disfrutan con esa desadaptación, como sucede en el poema La dichosa, pero hay otras, en cambio, que no. Son mujeres principalmente las que experimentan en la obra de Mistral esto de sentirse que pertenecen a otro espacio.

—Es una constante que se repite en gran parte de las escritoras, como en el universo poético de Idea Vilariño.

— Es que la frontera entre el arte y la vida es muy frágil, en el caso de las mujeres. Yo te decía de que una siempre debe ver el presente, sobre todo cuando se estudia Literatura, que “la voz que habla no es el sujeto biográfico”, pero eso es también un recurso metodológico…porque, ¿cómo determinas tú cuándo comienza una y termina otra? Es algo que también sucede con los hombres, pero pasa que la literatura escrita por hombres ha sido la más conocida, la más difundida, y porque ellos han tenido mayor posibilidad de desenvolverse en esa área, no tenían que hacerse cargo de las labores domésticas. Podían ir al bosque a pensar, por ejemplo, pero la mujer no podía ir sola a la montaña.

—Y más allá de eso, también estaban privadas de reflexionar sobre el amor (en el sentido que lo entiende Maturana), porque, si está dicho por una mujer, pasa a ser banal.

—Ahí está presente la infantilización del sujeto femenino, porque también en el caso de la literatura escrita por mujeres se las reducía a ese espacio de lo sentimental, como eran los temas propios de su género. La obras dedicadas a los niños, las poesías amorosas…, y el amor, claro, pero el amor de pareja, no ese amor, por ejemplo, a lo divino, la religiosidad. El amor como un concepto más filosófico o existencial, salvo algunos casos contados, no se consideraba. De partida, durante mucho tiempo, las mujeres no tenían qué leer, estaba prohibido. Existía un canon específico de lectura para que nos las corrompiera. Entonces eso también influyó en este otro desarrollo.

Fotografía: Siegfried Obrist.

 

—En relación a eso, existen otros temas relegados a esta misma subalternidad, como es el de la maternidad. Recién ahora estamos entendiendo que el gran problema no es la maternidad, sino el contexto en el que se encuentra inserta ésta. En ese sentido, ¿de qué manera se ha resignificado la maternidad y, con esto, la creación poética de Mistral?

—De partida, que la maternidad sea una elección, no un destino de las mujeres. En los textos de mistral sí está presente esa idea de que la mujer está destinada, como misión divina, a ser madre. Hoy nosotras hemos logrado entender de otra manera la maternidad desde diferentes lados. Pero también están esos otros vínculos que no están establecidos y que el discurso patriarcal ha tratado de cortar, esta genealogía femenina, eso de reconocerse en la madre, porque el orden simbólico del discurso de la razón, de lo público, es siempre paterno. Se corta esa conexión que no es solamente biológica. Eso también ha afectado en términos políticos en la relación que existe entre las mujeres.

Repensar la maternidad permite recuperar esa genealogía femenina, esos conocimientos, esos saberes que vienen de la línea materna. Hay que preguntarse qué entendemos por maternidad, no sólo en cuanto a lo reproductivo, sino también en lo simbólico.

—Desde ciertos sectores se ha negado esa dimensión de Mistral-mamá. Y, en este sentido, resulta potente ver esa transformación de la maternidad demonizada a la maternidad reivindicada. 

—Determinadas por la historia, nosotras hemos asociado esto  a la represión, a la coerción. También nos hemos distanciado de la maternidad y criticado a las mujeres que quieren ser madre, dentro del mismo feminismo. Mistral tiene esa mirada más patriarcal sobre la maternidad, pero también al leerla, nosotras le podemos dar otro significado al ver los vínculos que ella crea. Es una figura materna que atraviesa toda la obra y que no se puede, por lo tanto, obviar. En Poema de Chile, por ejemplo, la figura que ronda es una “mama” -que se ha leído como una fantasma, como una sombra de ella, como una suerte de premonición de su muerte también-, es una madre vinculada a lo primigenio, no al rol materno patriarcal; es una mujer que se desliga incluso de ese modelo colonial para trasladarse a ese espacio que no es de la urbe. Ella pasa por afuera de las ciudades, va por el campo, por todas las zonas que no están urbanizadas. Ella guía al niño, lo guía por esos otros caminos. Y de nuevo emerge  la figura de la mujer que camina sin sentido, sin objetivo claro, que se construye en el camino.

—En el transcurso de mis lecturas, he notado la existencia de dos figuras femeninas que se pueden evidenciar tanto en la literatura como en la vida real; la mujer deseada que, sin embargo, no desea, es decir,  una mujer a la que no se le permite desear; y la mujer ajena al deseo, más bien asexuada. Me parece que Mistral se encontraba en el núcleo de esto último, en el centro de la construcción de este imaginario, ¿cómo se abre paso como mujer y poeta en una época sumamente machista?

En su obra y en su vida ella manifestó claramente su deseo y lo vivió, sobre todo en las cartas que se han publicado últimamente direccionadas a Doris Dana. Pero no sólo está el deseo de la pareja, sino el desear algo, querer alcanzar algo, manifestar un objetivo propio, una subjetividad propia. Pero ahí están todos los estereotipos  y la internalización de lo que puede ser deseado, ¿quién puede ser deseado?

En este caso, a la maestra, a la madre-Mistral se la ha descrito, configurado como una madre asexuada, virgen, que no necesitó ese contacto carnal para ser la madre de todos. Y en su obra muchas veces está ese tono moralizante, de renegar de estas pasiones que ella considera “bajas”, como el pensamiento dominante de la época, que tiene mucha relación con el discurso religioso. Principalmente, en sus primeros textos dirigidos a las maestras, hace énfasis en que la mujer debe guardar decoro en la ropa que tiene que usar. Está esa ambivalencia que va transformándose con el tiempo…, con el tiempo se va liberando de estos prejuicios moralizantes. Por ejemplo, para ella en un comienzo era muy importante que la educación fuera esta vía para el progreso espiritual principalmente, pero en otros textos, por el contrario, valora el aspecto práctico de la educación.

— Para cerrar, ¿qué legado crees que deja a la pedagogía y el feminismo?

Lo deja al desafiar el destino que estaba designado por su género, por su clase, escapándose de esos designios…En el atrevimiento, en su osadía está una de las mayores contribuciones al feminismo y la educación.

— Contribuciones que no se encuentran exclusivamente en sus textos sobre educación, sino en las infravaloradas rondas, donde está contenido gran parte del saber pedagógico. 

—Claro, y también educa al hablarte de estas otras mujeres que no responden al modelo convencional de lo femenino,  en el sentido de que te muestra que hay otras posibilidades de existir, de ser…

La poesía, entonces, sirve para dar un cauce a esa inquietud. Por eso yo comentaba que -al menos para mí- no se puede disociar su obra de su vida y de su proyecto pedagógico, porque ella en el hacer y en el ser trataba de llevar a cabo ese proyecto, que, además de pedagógico, da un concepto de mundo y de humanidad. Ella siempre estuvo preocupada de destacar los nacionalismo belicistas, y defendió el concepto de lo patriótico, pero no es patrioterismo, eso de agredir a un otro.

—Lo que mantenía ella era esta idea de unidad, de conectar a través de otras cosas.

—Y por eso esa insistencia en la infancia, porque en la infancia es donde se generan tantas cosas para el futuro. Ahí está el valor transformador de la educación y que corresponde también a un proyecto de la época…, eso de que la educación servía para la movilidad social, para sacar a las personas de las clases populares del vicio, del envilecimiento como decía ella. Tenía claro, sin embargo, que el modelo pedagógico que había en su época tampoco contribuía tanto a sacarlos de ese envilecimiento, había que mejorarlo, abarcar otras áreas. Todavía estamos en deuda ¿no? No ha cambiado mucho la perspectiva en la actualidad. Quién sabe qué diría ella en este momento.